Texto de Abel Domenech
En nuestro medio, y especialmente en la Provincia de Buenos Aires, a los cuchillos que poseen una hoja lanceolada, se los denomina popularmente como "puñales", término curioso si nos atenemos al hecho que la hoja descripta no posee ninguna de las características usuales del puñal europeo. Localmente, también se suele llamar a este tipo de arma blanca, simplemente como "cuchillo", diferenciándose netamente de otros tipos de "cuchillos criollos" como por ejemplo, la "daga" o el legendario "facón".
Existen algunas confusiones y polémicas disgresiones (y hasta acaloradas discusiones) acerca de la definición o las características que debe poseer un arma blanca criolla para ser clasificada como "facón" o "daga", pero básicamente he propuesto las siguientes definiciones, que creo serán aceptadas por la mayoría de los estudiosos del tema:
Facón es un arma de pelea, de hoja larga (25 a 40 cms) y delgada, usualmente obtenida de una bayoneta o parte de hoja de sable o espada. Posee filo, y contrafilo en su extremo, y una amplia guarda o defensa, a veces en forma de "S" o de "U" invertida.
La Daga, posee también hoja larga y delgada, pero su característica definitiva es la de poseer doble filo.
Usualmente las dagas poseen una guarda o defensa muy corta, o directamente no la tienen.
El caronero, es una daga o facón (segun posea uno o dos filos) pero de hoja muy larga. Por su tamaño, se lo transportaba entre las "caronas" del recado, de donde proviene su nombre. Generalmente posee defensa muy corta para prevenir enganches al desenfundarla.
Seguramente estas definiciones pueden despertar alguna polémica, pues se puede argumentar que tal o cual ejemplar no responde estrictamente a estos intentos de definiciones generales que yo propongo.
Esto es cierto, pero debemos tener siempre en cuenta, que las armas blancas de nuestros gauchos fueron fundamentalmente improvisadas a partir de los recursos que su fabricante tuvo más a mano, nunca se ajustaron a un diseño o esquema rígido, sino que nacieron respondiendo a una necesidad de quien la encargó o al gusto personal del artesano que la fabricó, y siempre con las restricciones impuestas por los materiales que se disponían, siempre escasos y de alto costo.
El arte de la plateria criolla, adoptó al cuchillo como un objeto más a ser decorado bella y ricamente con plata y oro, aunque justo es mencionar que la pobreza del gaucho hizo que sus cuchillos no poseyeran la riqueza de las piezas que actualmente conocemos. Seguramente las piezas confeccionadas con metales preciosos fueron propiedad de dueños de estancias, militares de alto rango, políticos, o conspicuos representantes de las clases altas de las ciudades, antes que herramienta utilitaria del hombre de campo común.
Ciertamente, nuestros gauchos utilizaron piezas mucho más modestas, aunque el cuchillo siempre estuvo presente entre sus "pilchas".
Es interesante comentar que en nuestro país, se acostumbraba portar el cuchillo en la espalda, cruzado en el cinturón o "tirador" en forma oblicua, y con el filo hacia arriba, lo cual es una forma muy cómoda de llevar un cuchillo de gran porte sin mayores dificultades, especialmente montado a caballo. El escritor y viajero Robert Cunninghame Graham comparó la imagen del arma llevada de esa forma, con las "velas latinas" de las embarcaciones mediterráneas.
Cuando el cuchillo era de pequeñas dimensiones (hojas de 4" -10 cms-), se solía llevar adelante, a la derecha si el usuario era diestro, con el filo hacia abajo y ligeramente inclinado, cerca de la hebilla o "rastra" del cinturón. A este tipo de cuchillo pequeño, muy filoso, destinado a ser usado en la comida o en tareas de corte muy delicadas como castrar ganado, por ejemplo, se lo conocía como "verijero" por asociación de las "verijas" o ijares de los animales, con la zona inguinal en cuyas cercanías lo portaba el paisano.
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